La sociedad moderna ha conseguido grandes avances en el grado de autonomía que disfrutan sus individuos. La independencia individual es uno de sus grandes logros. Pero el individualismo se ha traducido en un mayor sentimiento de aislamiento, lo que probablemente ha favorecido el aumento de los casos de depresión. Porque, como afirma Sebastian Junger, la sociedad moderna ha roto los vínculos sociales que siempre han caracterizado la experiencia humana.
El libro de Sebastian Junger Tribu. Sobre vuelta a casa y pertenencia es una interesante reflexión sobre las consecuencias del individualismo en nuestra vida mental y social. Junger ha documentado durante años la vida en el interior de las unidades militares del ejército norteamericano y sus efectos sobre la salud mental de los soldados tras su vuelta a casa. En una campaña militar, los soldados comparten su vida con otros 40 soldados día y noche. Su vida depende de los otros. Forman parte de un grupo altamente cohesionado. De modo que cuando los soldados regresan a su país, de modo sorprendente, muchos de ellos desearían volver al frente. No anhelan la guerra. Anhelan la vida tribal, la cohesión del grupo, la protección psicológica, el sentirse parte de algo superior.
Junger no utiliza el concepto de tribu en un sentido antropológico preciso. Pero su definición es interesante: el grupo de personas que alimentarías y ayudarías a defender de potenciales enemigos.
La cuestión es que durante la mayor parte de nuestra existencia como especie, nuestra vida mental ha transcurrido en el interior de bandas de menos de 100 individuos, caracterizadas por un elevado grado de cohesión, igualdad y lealtad. La vida en una banda tendría numerosas limitaciones en términos de libertad de decisión y responsabilidad individual, pero ejercía un efecto protector frente al malestar psicológico. Porque la conexión, la cohesión, la igualdad y el sentimiento de lealtad son fundamentales para el bienestar psicológico de los individuos.
Algunas formas sociales de la sociedad moderna tratan de reproducir las circunstancias psico-sociales de las sociedades primitivas. Las comunidades intencionales y religiosas son un ejemplo. Una unidad del ejército es, como muestra Junger, otro buen ejemplo. También las sectas, claro, y los movimientos nacionalistas.
La cohesión y colaboración también se refuerzan cuando se producen catástrofes naturales o sociales. Aquí Junger refiere a la interesante investigación de autores como H.A. Lyons, Charles Fritz y Anthony Oliver-Smith. Los vínculos sociales se refuerzan cuando se produce un desastre natural como un terremoto. Una catástrofe produce una comunidad de sufridores, rompe las barreras psicológicas y sociales entre los individuos, lo que facilita la conexión interpersonal. La investigación es bastante consistente al respecto. Las catástrofes naturales pueden producir un efecto beneficioso en el bienestar de los individuos, mediado por la mayor conexión y cohesión social que precipita la catástrofe. Estamos preparados para sufrir como tribu, pero no tanto para sufrir como individuos.
Recomiendo la lectura de Tribu. No es un libro académico, sino una muy buena reflexión sobre lo que nos hace humanos.
Como afirma Junger, vivimos en una sociedad que está en guerra consigo misma. Si pruebas algo distinto a la sociedad moderna, no quieres volver.
Cuenta Sebastian Junger que, durante la colonización de Norteamérica, cuando los colonizadores europeos eran hechos prisioneros por una tribu indígena, en pocas ocasiones querían volver a su vida anterior. La vida tribal tenía un efecto seductor sobre los blancos. La vida fuera de la tribu era una continua competición anómica. Era un sálvese quien pueda colectivo. Era una lucha despiadada por los recursos. De modo que cuando los colonizadores probaban la vida tribal y eran seducidos por el calor de la tribu, jamás querían volver al frío exterior.
Junger no utiliza el concepto de tribu en un sentido antropológico preciso. Pero su definición es interesante: el grupo de personas que alimentarías y ayudarías a defender de potenciales enemigos.
La cuestión es que durante la mayor parte de nuestra existencia como especie, nuestra vida mental ha transcurrido en el interior de bandas de menos de 100 individuos, caracterizadas por un elevado grado de cohesión, igualdad y lealtad. La vida en una banda tendría numerosas limitaciones en términos de libertad de decisión y responsabilidad individual, pero ejercía un efecto protector frente al malestar psicológico. Porque la conexión, la cohesión, la igualdad y el sentimiento de lealtad son fundamentales para el bienestar psicológico de los individuos.
Algunas formas sociales de la sociedad moderna tratan de reproducir las circunstancias psico-sociales de las sociedades primitivas. Las comunidades intencionales y religiosas son un ejemplo. Una unidad del ejército es, como muestra Junger, otro buen ejemplo. También las sectas, claro, y los movimientos nacionalistas.
La cohesión y colaboración también se refuerzan cuando se producen catástrofes naturales o sociales. Aquí Junger refiere a la interesante investigación de autores como H.A. Lyons, Charles Fritz y Anthony Oliver-Smith. Los vínculos sociales se refuerzan cuando se produce un desastre natural como un terremoto. Una catástrofe produce una comunidad de sufridores, rompe las barreras psicológicas y sociales entre los individuos, lo que facilita la conexión interpersonal. La investigación es bastante consistente al respecto. Las catástrofes naturales pueden producir un efecto beneficioso en el bienestar de los individuos, mediado por la mayor conexión y cohesión social que precipita la catástrofe. Estamos preparados para sufrir como tribu, pero no tanto para sufrir como individuos.
Recomiendo la lectura de Tribu. No es un libro académico, sino una muy buena reflexión sobre lo que nos hace humanos.
Como afirma Junger, vivimos en una sociedad que está en guerra consigo misma. Si pruebas algo distinto a la sociedad moderna, no quieres volver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario