domingo, 26 de abril de 2015

La depresión, ¿una enfermedad de la civilización?


Nada ejemplifica mejor nuestra naturaleza sociobiológica como la depresión. Genes, neurotransmisores, procesos mentales, estilos de vida, contextos sociales y ambientales están todos ellos implicados en este debilitante trastorno. Tener una predisposición innata a la depresión favorece la aparición de este trastorno en la misma medida que el aislamiento social, la rumiación, la pobreza, determinados eventos vitales o llevar una vida sedentaria. La depresión es una respuesta del cerebro a un conjunto de procesos interrelacionados que van desde el gen a la estructura social.

Pocos investigadores explican con tanta claridad la génesis biológica, psicológica, conductual, social y cultural de la depresión, así como sus posibles soluciones, como Steven Ilardi (TED). Para este investigador, la aparente “epidemia” de depresión clínica (niveles cercanos al 20% en las sociedades avanzadas) es la respuesta de nuestro cerebro al estrés psicológico producido por un entorno y un estilo de vida frenético, exigente, sedentario y con un mayor aislamiento social.




Ilardi refiere al trabajo del antropólogo Edward Schieffelin en las comunidades de Kaluli en Nueva Guinea. Este investigador estimó que la prevalencia de la depresión en estas comunidades pre-agrícolas era muy inferior al 1%. Estaban protegidos frente a la depresión. ¿Qué hacían los Kaluli? Bueno, la vida era tremendamente exigente desde el punto de vista físico y material. Los individuos de estas comunidades estaban expuestos a todo tipo de parásitos, a la violencia física, a la intermitencia en la alimentación o la alta mortalidad infantil. Pero su estilo de vida reducía el aislamiento social, la dieta basura, la inactividad física, la privación de sueño y promovía la actividad al aire libre y las actividades con sentido.

Ilardi, que dirige un programa de intervención en la Universidad de Kansas, propone introducir seis cambios en nuestro estilo de vida: más ejercicio físico (al menos 30 minutos de actividad moderada tres veces a la semana), pasar más tiempo en actividades con otros individuos, consumir más ácidos grasos omega-3, reducir la rumiación a través una mayor implicación del individuo en actividades con sentido, aumentar la exposición al sol y dormir más. Es decir, tratar de incorporar en nuestro estilo de vida ciertos elementos del estilo de vida de las sociedades pre-agrícolas (cabría preguntarse si esto es realmente posible).

El trabajo de Ilardi y de Schieffelin, así como el de cientos de investigadores en este ámbito, parece mostrarnos que la profunda transformación del entorno social que ha beneficiado a la gran mayoría de la población mundial, ha tenido como consecuencia no deseada el incremento en cierto tipo de estrés mental crónico que en determinados individuos, con una determinada predisposición innata, se puede traducir en episodios de depresión. Al contrario que nuestros antepasados, nuestra vida se desarrolla ahora en un entorno biofísico sencillo y predecible (basta abrir la nevera para conseguir nutrientes y agua), pero también en un entorno psico-social más complejo e impredecible, con oportunidades y expectativas multiplicadas, y sin el cuidado protector de la comunidad.

Trabajos como el de Ilardi ayudan a tener una perspectiva más global del problema de la depresión, así como una mayor esperanza en su solución.  

sábado, 18 de abril de 2015

Matt Ridley sobre el progreso social

La cuestión del progreso social resulta siempre apasionante y controvertida. Ian Morris ha escrito un interesante análisis del desarrollo social de Oriente y Occidente en los últimos milenios. A medida que avanzan en su desarrollo, las sociedades hacen frente a nuevos problemas. A veces fracasan en la solución de los mismos. Pero a veces tienen éxito y progresan en su desarrollo social. En los últimos 500 años, el progreso de la sociedad mundial ha sido formidable. Y en los últimos 50 años, a pesar de las crisis y recesiones, el progreso ha continuado para la mayor parte del mundo.

Pocos han sintetizado mejor nuestra formidable capacidad de progreso social como Matt Ridley, autor de Optimista racional. En esta conferencia resume con claridad uno de los motivos del progreso de todas las sociedades: la aceleración en el intercambio de bienes e ideas.



En este otro vídeo, Matt Ridley nos muestra cómo, a pesar de la degradación ambiental de los últimos 200 años, el progreso social y económico ha permitido mejorar buena parte de nuestros indicadores medioambientales. El mundo es más verde que nunca. Producimos más alimentos que nunca con una menor necesidad de tierra cultivable. Y, si tomamos buenas decisiones y no invertimos en opciones defectuosas (como los biocombustibles de primera generación), hay serias razones para el optimismo.




domingo, 12 de abril de 2015

Qué es lo que realmente nos divide?


Nuestras divisiones políticas no siempre se deben a intereses contrapuestos, sino que, en muchas ocasiones, son originadas por nuestro cerebro tribal, por nuestra mente coalicional. Nuestra mente está preparada para dividir entre “nosotros” y “ellos”, y para utilizar las ideas y el razonamiento para vencer en disputas con los “otros”. Nos sentimos progresistas o conservadores, de izquierdas o de derechas, del bando A o del bando B. Pero, ¿realmente son las ideas las que nos dividen?

Veamos. La izquierda defiende la igualdad y la justicia social. Pero, ¿quién no desea vivir en una sociedad socialmente justa? Los estudios empíricos muestran que la mayoría de los individuos prefiere vivir en sociedades con poca desigualdad. Los liberales defienden la libertad. Pero, ¿quién no querría vivir en una sociedad libre? La gran mayoría de los individuos valora la libertad. El comunitarismo defiende la importancia de la comunidad y de ciertos valores comunitarios como el respeto a los otros, la ayuda o el altruismo. ¿Quién no defendería tales valores?

Las ideas y los valores importan. Pero nuestras diferencias (medidas estadísticamente) son menores de lo que pensamos. Nuestro cerebro tribal nos hace creer que nuestras diferencias respecto a ciertos valores importantes son mayores de lo que realmente son.

La investigación del profesor de psicología social Jonathan Haidt ilustra muy bien estos mecanismos. Uno de sus escritos más conocidos es The Righteous Mind: Why GoodPeople are Divided by Politics and Religion

El texto del profesor de sociología Amitai Etzioni La tercera vía hacia una buena sociedad: propuestas desde el comunitarismo es una muy buena introducción a las bases de una propuesta de política social conciliadora y centrista.