sábado, 19 de marzo de 2016

Empatía y reciprocidad: sobre las motivaciones del altruismo


La conducta altruista ha intrigado a científicos sociales de distintas disciplinas y perspectivas. La evidencia de que los individuos ayudan a otros individuos, invierten tiempo en favorecer su bienestar y comparten recursos e información es indiscutible. Pero la motivación existente tras la conducta altruista ha sido, desde hace décadas, objeto de debate académico.

Desde perspectivas vinculadas a la acción racional se ha defendido que la conducta prosocial está motivada principalmente por la reciprocidad. Los individuos somos muy sensibles a esta norma social. Tendemos a corresponder los actos de otros individuos, a devolver lo que hemos recibido. Forma parte de nuestra naturaleza sociobiológica. El denominado altruismo recíproco incluye, por tanto, aquellas conductas prosociales motivadas por la reciprocidad, por la confianza en que la ayuda será devuelta.  

Pero la reciprocidad no es la única motivación de la conducta altruista. Observadores e investigadores desde otras perspectivas han defendido la existencia de diferentes motivaciones, distintas de la reciprocidad, en la conducta prosocial. Hoy sabemos que una motivación principal del altruismo es la empatía, la capacidad de ser consciente y de sentir las emociones de otra persona. El así denominado altruismo empático tiene, con gran probabilidad, su origen en la relación paterno-filial. Pero no es una motivación exclusiva del entorno familiar.

Un estudio reciente ha arrojado algo de luz a la diferencia entre el altruismo motivado por la reciprocidad y el motivado por la empatía. Los investigadores del Laboratory for Social and Neural Systems Research de la Universidad de Zurich solicitaron a un grupo de individuos que tomaran decisiones altruistas motivadas por la empatía (por el deseo de ayudar a una persona porque uno es capaz de sentir su sufrimiento) o por la reciprocidad (por el deseo de corresponder un acto de amabilidad previo).

Tras examinar la actividad funcional del cerebro de los participantes, los investigadores observaron que, tanto en la decisión motivada por la empatía como en la decisión motivada por la reciprocidad, se activaban las mismas áreas cerebrales: la corteza cingulada anterior y la ínsula anterior. De modo que, ¿están basadas ambas decisiones en una misma actividad neuronal? Bien, lo significativo del estudio es que al examinar las relaciones entre estas dos áreas cerebrales, los investigadores pudieron comprobar que el patrón de conexión entre ambas áreas es significativamente diferente cuando existe una motivación basada en la reciprocidad o basada en la empatía.


Empathy-based altruism is primarily characterized by a positive connectivity from the anterior cingulate cortex (ACC) to the anterior insula (AI), whereas reciprocity-based altruism additionally invokes strong positive connectivity from the AI to the ACC and even stronger positive connectivity from the AI to the ventral striatum


En definitiva, el estudio parece fundamentar la evidencia, controvertida en ocasiones, de que la conducta altruista no está exclusivamente motivada por la regla de la reciprocidad. Como afirman los autores, “aunque tanto la empatía como la reciprocidad incrementan la frecuencia de los comportamientos altruistas en la misma cantidad, cada uno está asociado con un patrón diferente de conectividad cerebral que hace posible predecir los motivos con una precisión elevada». Un patrón observado en la conducta social se corresponde con un patrón observado en la actividad cerebral.


Fuente principal: Grit Hein, Yosuke Morishima, Susanne Leiberg, and Ernst Fehr. The brain's functional network architecture reveals human motives. Science. March 3, 2016. doi: 10.1126/science.aac7992.