Hacer predicciones en el ámbito de lo social siempre es arriesgado. Las variables sociopolíticas no siempre evolucionan de modo regular y, en su evolución, intervienen numerosos factores relacionados. De ahí que buena parte de las predicciones no se cumplan. Pero dentro del sinfín de fenómenos sociopolíticos observables, las variables demográficas son las más regulares en el tiempo y, por tanto, las más sencillas de predecir.
Un estudio encargado por la Asamblea Nacional de Corea del Sur en 2014 concluye que este país podría enfrentar una extinción natural de su población hacia el año 2750 si se dan tres condiciones: la tasa de fecundidad se mantiene cerca de su valor actual, en 1.2 hijos por mujer, no hay una reunificación con Corea del Norte y no se produce una entrada significativa de inmigrantes.
Corea del Sur ha experimentado una de las caídas de la fecundidad más radicales entre las sociedades avanzadas en las últimas décadas. En concreto, ha pasado de más de 6 hijos por mujer en 1960 a 1.30 en 2015. Una caída de la fecundidad con consecuencias sociales importantes, como la disminución de la población activa.
En España, con una tasa de fecundidad idéntica, de 1.3, y una población muy similar, de casi 50 millones, la extinción natural no debería llegar mucho más tarde. Tal vez hacia 2800. ¿Estamos destinados a la extinción?
La cuestión es que las predicciones a 800 años vista sufren de gran incertidumbre. Las condiciones de partida pueden cambiar. Por otro lado, las sociedades aprenden y son capaces de hacer frente a los problemas derivados del progreso a través de la innovación social y tecnológica.
En relación a las condiciones de partida, podría, en primer lugar, aumentar la tasa de fecundidad. Cuesta pensar que ésta pueda volver a superar la tasa de reemplazo de 2.1 hijos por mujer. Países como Francia, con una natalidad más alta, se encuentran ligeramente por debajo del nivel de reemplazo, con 2.01 hijos por mujer. Pero de aquí a 2800 podría cambiar la intención de tener hijos de la población, así como las barreras externas para tener un hijo y las capacidades de los futuros padres. La tecnología biomédica podría también plantear nuevos escenarios. La ectogénesis (nacimiento fuera del vientre materno) podría estar cerca y disminuiría en gran medida el coste de tener un hijo.
También podría haber una inmigración masiva en cada siglo. En Corea del Sur los analistas calculan la necesidad de 15 millones de inmigrantes hacia 2060 para estabilizar la fuerza de trabajo. España superó los 40 millones gracias a la inmigración. Pero hay que tener en cuenta que los países emisores de África o América tendrán en breve tasas de fecundidad muy bajas y tasas de crecimiento económico previsiblemente más altas.
Finalmente, España podría unificarse definitivamente con el resto de países de la Unión Europea y convertirse en una región más de un país con más de 500 millones de habitantes. La cuestión, entonces, sería cuándo nos extinguiríamos los europeos. Bien, si los datos son correctos y la tasa de fecundidad está en los 1.6 hijos por mujer, la extinción natural se produciría, imagino, no mucho después de 2900.
Un estudio encargado por la Asamblea Nacional de Corea del Sur en 2014 concluye que este país podría enfrentar una extinción natural de su población hacia el año 2750 si se dan tres condiciones: la tasa de fecundidad se mantiene cerca de su valor actual, en 1.2 hijos por mujer, no hay una reunificación con Corea del Norte y no se produce una entrada significativa de inmigrantes.
Corea del Sur ha experimentado una de las caídas de la fecundidad más radicales entre las sociedades avanzadas en las últimas décadas. En concreto, ha pasado de más de 6 hijos por mujer en 1960 a 1.30 en 2015. Una caída de la fecundidad con consecuencias sociales importantes, como la disminución de la población activa.
En España, con una tasa de fecundidad idéntica, de 1.3, y una población muy similar, de casi 50 millones, la extinción natural no debería llegar mucho más tarde. Tal vez hacia 2800. ¿Estamos destinados a la extinción?
La cuestión es que las predicciones a 800 años vista sufren de gran incertidumbre. Las condiciones de partida pueden cambiar. Por otro lado, las sociedades aprenden y son capaces de hacer frente a los problemas derivados del progreso a través de la innovación social y tecnológica.
En relación a las condiciones de partida, podría, en primer lugar, aumentar la tasa de fecundidad. Cuesta pensar que ésta pueda volver a superar la tasa de reemplazo de 2.1 hijos por mujer. Países como Francia, con una natalidad más alta, se encuentran ligeramente por debajo del nivel de reemplazo, con 2.01 hijos por mujer. Pero de aquí a 2800 podría cambiar la intención de tener hijos de la población, así como las barreras externas para tener un hijo y las capacidades de los futuros padres. La tecnología biomédica podría también plantear nuevos escenarios. La ectogénesis (nacimiento fuera del vientre materno) podría estar cerca y disminuiría en gran medida el coste de tener un hijo.
También podría haber una inmigración masiva en cada siglo. En Corea del Sur los analistas calculan la necesidad de 15 millones de inmigrantes hacia 2060 para estabilizar la fuerza de trabajo. España superó los 40 millones gracias a la inmigración. Pero hay que tener en cuenta que los países emisores de África o América tendrán en breve tasas de fecundidad muy bajas y tasas de crecimiento económico previsiblemente más altas.
Finalmente, España podría unificarse definitivamente con el resto de países de la Unión Europea y convertirse en una región más de un país con más de 500 millones de habitantes. La cuestión, entonces, sería cuándo nos extinguiríamos los europeos. Bien, si los datos son correctos y la tasa de fecundidad está en los 1.6 hijos por mujer, la extinción natural se produciría, imagino, no mucho después de 2900.
Photo: Quiapo Children, by Rina Laxa. Creative Commons
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