Un estudio reciente de los investigadores Josep Watts (Universidad de Auckland) y colaboradores ha aportado nueva evidencia, muy interesante, sobre la relación entre violencia y desigualdad. En especial, sobre la relación entre la desigualdad social y la prevalencia de los sacrificios humanos rituales en las sociedades tradicionales.
Los sacrificios humanos rituales han sido registrados en numerosas sociedades pre-modernas. En las culturas Austronesias tradicionales, estudiadas por los autores, los sacrificios humanos incluyen desde decapitaciones hasta estrangulamientos de víctimas (por lo general personas de estatus bajo, como esclavos) a manos de jefes o sacerdotes, celebrados con ocasión de la violación de un tabú o costumbre, el funeral de un cacique o la consagración de una nueva casa o barco.
Pero, ¿qué relación existe entre la práctica del sacrificio humano y la desigualdad social? En el estudio, publicado en la revista Nature, los investigadores examinaron una muestra de 93 sociedades austronesias (ubicadas entre la isla de Madagascar y Polinesia). Para cada sociedad registraron la presencia o ausencia de sacrificio humano, así como el grado de desigualdad social, entendida aquí como el grado en que existen diferencias heredadas en riqueza y posición social y, por tanto, posibilidad de cambio de estatus en una generación.
Los investigadores observaron evidencias de sacrificios humanos en 40 de las 93 culturas analizadas (43%). En concreto, el sacrificio humano era practicado en 5 de las 20 sociedades igualitarias (25%), en 17 de las 46 sociedades moderadamente estratificadas (37%) y en 18 de las 27 sociedades muy estratificadas (67%) incluidas en el estudio. Es decir, la práctica del sacrificio humano era significativamente más prevalente en las sociedades más estratificadas.
Para dilucidar la dirección del vínculo causal entre desigualdad y violencia ritual, los investigadores recurren a la inferencia bayesiana en filogenia. A partir de diferentes modelos de simulación, los autores concluyen que los sacrificios humanos han co-evolucionado con la desigualdad social. Es decir, las sociedades desiguales tienden a utilizar los sacrificios humanos, lo cual, a su vez, tiende a perpetuar y fortalecer la desigualdad social.
En definitiva, los sacrificios humanos parecen ser más prevalentes en las sociedades desiguales. Y esto es así, seguramente, porque la práctica de los sacrificios rituales favorece el mantenimiento de la desigualdad. Como afirman los autores, en las culturas Austronesias, el sacrificio humano se utilizaba para castigar violaciones de las normas impuestas por las elites, desmoralizar a las clases sociales bajas, remarcar los límites de las clases y fomentar el miedo a las élites sociales. Esto podría explicar que las sociedades igualitarias tiendan a hacer poco uso de esta práctica social.
El estudio de Watts y colaboradores es un buen ejemplo de investigación macrosocial. Solo con una muestra suficientemente grande de casos podemos observar los efectos causales probabilísticos entre dos variables macrosociales. La desigualdad está asociada positivamente a la práctica de sacrificios humanos. Y seguramente existe un vínculo causal entre ambos elementos. Pero esto no quiere decir que el 100% de las sociedades desiguales practiquen el sacrificio humano o que la práctica del sacrificio ritual no pueda existir en las sociedades igualitarias (muchos otros factores, incluido el azar, pueden intervenir en esta relación).
Resulta interesante también el uso de la simulación bayesiana para dilucidar la dirección causal entre desigualdad y sacrificios humanos. La simulación puede generar más dudas que la observación empírica. Y los resultados se vuelven algo confusos aquí. Pero la idea de co-evolución, por la que desigualdad y los sacrificios humanos se retroalimentan, me parece la manera más adecuada de entender la relación entre ambos elementos.
Finalmente, podríamos plantearnos si la práctica de los sacrificios humanos se desarrolló en cada sociedad de modo autónomo o bien a través de un proceso de difusión cultural. Pero esa es otra cuestión más difícil de dilucidar.
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