viernes, 27 de diciembre de 2013

Simplificando

Creo que a veces tendemos a complicar las cuestiones sencillas. Pero, también, a simplificar lo complejo. Es como si, en algunas ocasiones, no pudiéramos aceptar la simplicidad de ciertos fenómenos. Pero, en otras, despreciáramos su complejidad. Quizá es que nuestra mente persigue cosas que tienen poco que ver con la verdad empírica como la aceptación, vencer en discusiones, el estatus, la seguridad o la emoción. O quizá es que algunas cuestiones pueden parecer simples y complejas al mismo tiempo.

Gran parte de los fenómenos que se producen en la vida social son de carácter complejo. Así que una visión simplificada suele ser equivocada y contraproducente. Uno de ellos es la educación. Hace unas semanas fueron presentados los resultados del informe Pisa, que evalúa el rendimiento académico de los jóvenes de distintos países. La noticia fue comentada en los medios de comunicación con gran exaltación. El diagnóstico no ha variado con respecto a los últimos años. El nivel educativo de los alumnos españoles es inferior a la media europea.

Pero lo interesante del asunto es la respuesta a los resultados del informe. Comentaristas y presentadores se lanzaron a dar su diagnóstico. "¡Hay que invertir más dinero! "No, eso no ha funcionado, ¡hay que cambiar la ley de educación!" Era curioso lo convencidos que se mostraban.

A diferencia de los opinadores, gran parte de los investigadores que trabajan en educación son prudentes. Quizá porque son conscientes de la complejidad y la multicausalidad de los fenómenos sociales. El rendimiento académico de los niños en una sociedad es una cuestión compleja, difusa e incierta, en la que intervienen numerosos factores relacionados. Estas cuestiones son más complejas de lo que parece a primera vista. Por eso hay cientos de artículos académicos y tesis doctorales al respecto.

Por ejemplo, sabemos que la inversión en educación no tiene una asociación lineal perfecta con el rendimiento académico de los jóvenes. Así que invertir más dinero es, en ocasiones, insuficiente, cuando no innecesario para mejorar el resultado. Recomiendo el Ted de Andreas Schleicher sobre esta cuestión. Que reducir el tamaño de las clases tampoco mejora necesariamente el rendimiento de los alumnos, porque la relación entre tamaño de la clase y rendimiento no es tan simple como se cree (Malcom Gladwell dedica un capítulo de su interesante libro a esta cuestión). El asunto es, en ocasiones, contraintuitivo, como se deriva de algunos estudios que parecen indicar que los niños que realizan educación estructurada en el hogar obtienen puntuaciones medias superiores a los niños que asisten a la escuela tradicional.

Hay numerosos otros factores asociados con el rendimiento académico que han sido investigados. Pero suelen recibir menos atención en la prensa (con alguna excepción). Por ejemplo, la renta per cápita de la población (resulta sorprendente ver cómo la media española se sitúa a niveles nórdicos cuando eliminas las comunidades autónomas más pobres); el nivel de desigualdad de renta que tiene una sociedad; el porcentaje de individuos que trabajan en el sector de la construcción; el nivel educativo de los padres; la existencia de mecanismos de evaluación del profesorado así como su reclutamiento; o factores más intangibles pero analizables como la valoración social de la educación o las expectativas de los padres. Y olvido muchos otros factores. Ninguno de ellos son factores deterministas, pero sí factores asociados de modo probabilístico al rendimiento de los alumnos.

Leí hace algún tiempo que es necesario diferenciar entre cuestiones de debate moral, cuestiones de gusto o preferencia personal y cuestiones empíricas. Aunque una misma cuestión puede tener componentes de cada una de ellas, dilucidar los motivos del rendimiento académico y el efecto de diferentes intervenciones es, en esencia, una cuestión empírica. Quizá el análisis sistemático y cauto debería ser la guía de nuestras decisiones públicas. Pero creo que lo simple nos resulta más fácil de modificar. Quizá por eso nos gusta simplificar.


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