Ecomodernismo y decrecimiento: Buscando una síntesis para la sostenibilidad

El debate sobre las vías más efectivas para abordar la crisis climática y ambiental a menudo se polariza entre dos corrientes de pensamiento principales: el ecomodernismo y el decrecimiento. Pero, ¿es posible combinar inteligentemente algunas de las ideas de ambas perspectivas para orientar una política de sostenibilidad efectiva, sensata y equitativa? El ecomodernismo reconoce la capacidad humana para desarrollar soluciones que desacoplen el desarrollo del impacto ambiental. El decrecimiento, especialmente en las reflexiones de autores como Jason Hickel en "Menos es Más", ofrece perspectivas valiosas sobre los límites del crecimiento y la equidad. Este artículo busca explorar qué pueden aprender estas dos visiones entre sí y cómo una posible síntesis podría orientar futuras políticas de sostenibilidad, reconociendo que la tecnología, apoyada por un Estado eficiente y un mercado creativo, tiene un papel fundamental en la transformación necesaria.


Aportaciones del ecomodernismo al enfoque del decrecimiento

El decrecimiento, con su crítica al imperativo de crecimiento inherente al productivismo (erróneamente identificado como capitalismo), identifica correctamente una causa fundamental de la insostenibilidad ecológica. Sin embargo, suele subestimar el potencial transformador de la tecnología, un pilar del ecomodernismo, y cómo esta, encauzada por el Estado y el mercado, puede contribuir a sus objetivos.

  1. El Potencial del desacoplamiento tecnológico: El Manifiesto Ecomodernista sostiene que el conocimiento y la tecnología, aplicados con sabiduría, pueden facilitar un "buen Antropoceno". Un concepto central es el "desacoplamiento", mediante el cual el bienestar humano se desliga progresivamente de los impactos ambientales. Esto se logra intensificando actividades humanas clave –agricultura, energía, urbanización– para que utilicen menos tierra y recursos naturales. Perspectivas como el “crecimiento verde” y el ecomodernismo proponen un desarrollo donde la tecnología avanzada, como la agricultura de precisión o las energías de alta densidad (nuclear, solar avanzada), permitan reducir la huella ecológica. La intervención estatal en I+D y un mercado que adopte estas innovaciones son cruciales para materializar este desacoplamiento.

  2. Energía limpia y abundante para el desarrollo global: El ecomodernismo subraya que el acceso a energía moderna y limpia es un prerrequisito para el desarrollo humano y para el desacoplamiento de este desarrollo de la naturaleza. Esto es particularmente relevante para los países con ingresos bajos, permitiéndoles mejorar la calidad de vida de sus poblaciones sin depender de fuentes energéticas más contaminantes o de la sobreexplotación de ecosistemas locales. El decrecimiento, al abogar por una reducción del consumo en los países de altos ingresos, debería considerar cómo las tecnologías energéticas limpias, apoyadas por políticas estatales y modelos de mercado innovadores, pueden facilitar un desarrollo más equitativo a nivel global.

  3. Confianza en la capacidad de innovación humana: El Manifiesto Ecomodernista refleja una visión optimista sobre la capacidad humana para afrontar desafíos mediante la innovación. Si bien una fe ciega en soluciones tecnológicas futuras no es aconsejable, como Hickel advierte respecto a tecnologías como la BECCS, un exceso de pesimismo puede conducir a la inacción. Fomentar la capacidad innovadora, a través de un Estado que la facilite y un mercado que la desarrolle e implemente, es un motor esencial para el cambio.

Perspectivas del decrecimiento para el ecomodernismo

El ecomodernismo, con su acento en la tecnología y la modernización, puede enriquecerse con las reflexiones críticas del decrecimiento sobre los fines del desarrollo, la justicia social y los límites biofísicos del planeta.

  1. Cuestionar el crecimiento del PIB como métrica única de progreso: El decrecimiento, así como otras perspectivas, argumentan de forma persuasiva que el PIB es un indicador limitado, que refleja la actividad económica pero no necesariamente el bienestar humano o la salud ecológica. Una vez alcanzado un cierto nivel de desarrollo material, la correlación entre el aumento del PIB y la mejora del bienestar tiende a disminuir significativamente en los países de altos ingresos. El ecomodernismo, aunque busca desacoplar el crecimiento del impacto, podría beneficiarse de un cuestionamiento más profundo sobre la necesidad de un crecimiento económico agregado continuo en las naciones más desarrolladas, y abogar por métricas de progreso más holísticas que incorporen el bienestar social y la sostenibilidad ambiental.

  2. La relevancia de la suficiencia y la gestión de la demanda: Mientras el ecomodernismo se enfoca en la eficiencia de la producción, el decrecimiento plantea la pregunta fundamental sobre cuánta producción y consumo son realmente necesarios para una buena vida, especialmente en los países de altos ingresos, cuyo consumo excede los límites planetarios sostenibles. Propuestas como el fin de la obsolescencia programada, la limitación de la publicidad orientada a un consumo desmedido, y la reorientación de industrias con alto impacto ecológico y bajo valor social son fundamentales. La eficiencia tecnológica por sí sola podría no ser suficiente si la demanda material continúa creciendo sin cesar.

  3. Consideraciones sobre equidad y aspectos distributivos: El decrecimiento pone un fuerte énfasis en cómo las desigualdades económicas exacerban la crisis ecológica y dificultan las soluciones. Hickel señala que el consumo excesivo en los países de altos ingresos y por parte de los segmentos más ricos de la población es un motor principal del desequilibrio ecológico, cuyas consecuencias afectan desproporcionadamente a las poblaciones más vulnerables y a los países en desarrollo. El ecomodernismo, en su búsqueda de un desarrollo global, suele enfatizar la importancia de la transmisión de tecnología desde los países de ingresos altos a los países de ingresos bajos. Pero, también podría integrar más explícitamente la necesidad de abordar estas disparidades y promover una distribución más equitativa de los recursos y las oportunidades. Aquí resulta interesante, por ejemplo, el concepto de reparación climática. 

  4. Hacia una relación más integrada con el entorno natural: Hickel aboga por una transformación de la relación humana con la naturaleza, pasando de una visión de dominación y extracción a una basada en la reciprocidad y la regeneración, inspirándose en parte en filosofías indígenas. Aunque el ecomodernismo también valora la protección de la naturaleza y busca minimizar la huella humana para permitir que los ecosistemas prosperen, el énfasis del decrecimiento en una ética de interdependencia y "descosificación" puede aportar una valiosa profundidad al debate sobre el lugar de la humanidad en la biosfera.

Hacia una síntesis constructiva

A pesar de sus diferencias, ambas corrientes comparten el objetivo de un futuro en el que la humanidad pueda prosperar en armonía con un planeta saludable. Una síntesis podría combinar las fortalezas de ambas, donde la tecnología, un estado eficiente y eficaz y un mercado innovador jueguen roles complementarios:

  1. Tecnología al servicio del bienestar y la sostenibilidad: Promover la innovación tecnológica (ecomodernismo), pero orientándola decididamente hacia la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales y la mejora del bienestar dentro de los límites planetarios (decrecimiento). Esto implica fuertes inversiones estatales y estímulos de mercado para las energías limpias, la agricultura sostenible y una economía genuinamente circular, donde los productos se diseñen para la durabilidad y la reparabilidad. Simultáneamente, se debe fomentar la suficiencia y reducir el consumo innecesario en las sociedades de altos ingresos.

  2. Desacoplamiento con equidad y gobernanza de los recursos: Perseguir un desacoplamiento significativo de los impactos ambientales del bienestar humano, asegurando que los beneficios se distribuyan de manera más equitativa. El Estado debe establecer marcos regulatorios claros para la gestión sostenible de los recursos y la internalización de las externalidades ambientales, mientras que el mercado puede innovar para operar eficientemente dentro de estos marcos.

  3. Nuevas métricas para un progreso sostenible: Adoptar indicadores de progreso que trasciendan el PIB, centrándose sí en la prosperidad, pero, también, en la salud, la educación, la equidad, la calidad de vida y la integridad ecológica. La tecnología y la creatividad del mercado pueden ser herramientas poderosas para alcanzar estos objetivos con eficiencia. Numerosas propuestas como el índice de progreso social pueden contribuir en este sentido. 

  4. Intensificación sostenible y regeneración ecológica: Aplicar los principios ecomodernistas de intensificación en la producción de alimentos y energía y una urbanización planificada para minimizar la ocupación del suelo y la presión sobre los ecosistemas. Esta intensificación debe ser guiada por principios de circularidad, regeneración ecológica, como la agroecología y la silvicultura sostenible, con un papel estatal en la planificación y el fomento de estas prácticas.

  5. Fomentar un consumo responsable y una producción duradera: Implementar políticas públicas, inspiradas en las propuestas del decrecimiento, para desincentivar la obsolescencia programada y la publicidad que fomenta el consumo excesivo. Combinar estas políticas con políticas de mercado como las ecotasas o el etiquetado ecológico. Esto contribuiría a una gestión más racional de la demanda, aliviando la presión sobre los recursos y haciendo más efectivas las soluciones tecnológicas. El mercado puede encontrar oportunidades en modelos de negocio basados en la durabilidad, la reparación y los servicios compartidos.

En conclusión, ni el ecomodernismo ni el decrecimiento ofrecen por sí solos una panacea. Un enfoque más prometedor podría surgir de un diálogo constructivo que integre la visión tecnológica y modernizadora del ecomodernismo con las profundas reflexiones del decrecimiento sobre los límites, la equidad y el propósito de la actividad económica. La transición hacia un futuro sostenible requerirá una combinación de innovación tecnológica, políticas estatales estratégicas que establezcan un marco claro para la sostenibilidad, y un sector privado que oriente su capacidad creativa hacia la resolución de problemas sociales y ecológicos, todo ello guiado por una ética de cuidado y responsabilidad hacia el planeta y las futuras generaciones.

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