sábado, 15 de mayo de 2021

La mente occidental y el cambio social. Tres ideas a propósito de The weirdest people in the world.

Una lectura esencial de las ciencias sociales en los últimos años es The WEIRDest People in the World: How the West Became Psychologically Peculiar and Particularly Prosperous, del profesor de cultura, coevolución y biología humana, Joseph Henrich. 


The Weirdest people plantea tres ideas principales:


  1. Las personas en las sociedades occidentales (Europa y los países anglosajones), esto es, las personas weird (socializadas, por sus siglas en inglés, en países occidentales, industrializados, ricos y democráticos) tienen una mente diferente, en comparación con las personas de otras sociedades. Esta mente es excepcional, en el sentido de que se trata de una excepción histórica. Henrich refiere a numerosos estudios que muestran que la manera de pensar que la mayoría de nosotros consideramos “normal” es una manera de pensar que se desarrolla en ciertas sociedades occidentales de modo relativamente reciente. Somos individualistas y analíticos y la mayoría de la humanidad nunca ha sido así. 

  2. Esta nueva “psicología”, caracterizada por el individualismo, la menor conformidad a las normas, el mayor autocontrol, la mayor capacidad para el pensamiento analítico y la adscripción de normas universalistas, es la responsable de la existencia de mercados impersonales, gobiernos constitucionales, ciudades auto-gobernadas de ciudadanos libres, empresas, universidades modernas, religiones individualistas, experimentación científica, es decir, del conjunto de prácticas, instituciones y políticas que dieron lugar a la modernización de Europa. El “triunfo” socio-económico de Occidente estaría basado, entonces, en la consolidación de esta nueva mente individualista, pues favorecería la cooperación en una economía de mercado, el comercio, la especialización, la gestión racional de las organizaciones y las sociedades, el pensamiento analítico, la experimentación científica, la innovación...todos estos, factores asociados con el progreso económico. 

  3. Esta nueva mente fue el resultado de un proceso deliberado de transformación social iniciado por ciertas comunidades cristianas y acelerado por la Iglesia Católica durante la Edad Media y consistente en la eliminación de los clanes patrilineales característicos de la mayoría de sociedades agrícolas con cierto nivel de desarrollo. Aquí Heinrich aporta evidencias empíricas de dos procesos muy interesantes: a) la presencia de ciertas comunidades cristianas en las sociedades está asociada con una menor intensidad de las instituciones basadas en el parentesco (matrimonio entre familiares, familias extensas, subordinación de la mujer, etc.); y b) cuanto más débiles han sido las instituciones basadas en el parentesco en una sociedad, más weird es la psicología de su población. Es decir, los datos parecen apoyar la tesis de que la exposición a la iglesia católica conlleva una destrucción de las estructuras de parentesco que, a su vez, produce la aparición de la mente occidental. 





Son muchas las cuestiones que se pueden cuestionar en el libro de Heinrich. ¿Fue la acción de la Iglesia Católica el factor determinante en la transformación de la mente occidental? ¿Es la transformación de la mente occidental el detonante del éxito económico de occidente? Los historiadores suelen recelar de los estudios de Big History. Heinrich describe un proceso macrosocial, macrohistórico, que permite ver el bosque pero olvida los árboles. Pero no hay duda de que se trata de una obra clave para la sociología y la antropología social reciente, que supera y actualiza (de eso trata la acumulación de conocimiento en la ciencia) estudios como la Ética protestante y el espíritu del capitalismo de Weber (Heinrich refiere a diversos estudios que confirman la tesis de que las regiones protestantes, pero también aquellas en las que predominan comunidades como las cistercienses o los jesuitas, suelen tener un mejor rendimiento económico a largo plazo) o El Suicidio de Durkheim. 


Todas las ideas contenidas en The Weirdest people me han resultado fascinantes. Pero hay una cuestión que me ha hecho reflexionar especialmente. ¿Podrían ciertas diferencias genéticas entre poblaciones explicar la aparición de la mente occidental? Es decir, ¿podría el programa de transformación de la iglesia católica no ser un factor exógeno sino el resultado de un tipo de mente y personalidad existente con mayor frecuencia en Europa? Aunque Heinrich descarta el posible papel de las diferencias genéticas, su argumentación a este respecto parece en exceso simplista (apenas le dedica unas páginas). 


En la actualidad, sabemos que aunque las poblaciones humanas son genéticamente muy similares (de hecho, se considera que existía más diversidad genética en las poblaciones originarias en África que entre las poblaciones actuales), existen pequeñas diferencias genéticas entre poblaciones que pueden tener consecuencias relevantes en términos de comportamiento social (no olvidemos que las diferencias genéticas entre humanos y otros primates son también muy muy pequeñas). Por ejemplo, estudios bajo el paraguas de cultural genomics han mostrado que el grado de emocionalidad positiva de una población (el componente emocional de la felicidad) tiene una correlación muy elevada con la presencia del alelo rs324420 A en el gen FAAH. Otros estudios han encontrado evidencias de que las culturas colectivistas cuentan con una mayor proporción de individuos portadores del alelo corto (S) del 5-HTTLPR. Este alelo está asociado a problemas de depresión y ansiedad. Pero la existencia de rasgos colectivistas disminuye la asociación entre la presencia del alelo y la depresión. Es decir, el rasgo colectivismo-individualismo podría ser una adaptación social para solucionar una predisposición genética determinada. 


Llevo semanas pensando en las consecuencias de estos hallazgos: las poblaciones difieren genéticamente y desarrollan rasgos culturales y sociales que expresan esas diferencias genéticas (lo mismo, en esencia, que hacemos los individuos con respecto a nuestros hábitos y rutinas). No todas las sociedades cuentan con el mismo tipo de individuos (en términos de personalidad y capacidades personales) por lo que las sociedades tienen una mayor o menor facilidad para desarrollar ciertas instituciones y políticas. Por supuesto, hay otros factores que influyen en la capacidad de una sociedad de desarrollar ciertas instituciones. Asimismo, las poblaciones pueden importar rasgos sociales y culturales (prácticas, instituciones, políticas, innovaciones) de otras sociedades. Pero la esencia socio-cultural de una población podría estar inicialmente programada por las características de sus individuos.  


Llevará tiempo dilucidar todos los mecanismos implicados en el cambio social e histórico. Pero el libro The WEIRDest People in the World: How the West Became Psychologically Peculiar and Particularly Prosperous es una gran contribución al respecto. Me atrevería a decir que, de la misma manera que ya no se lee a Aristóteles en los primeros cursos de la carrera de física o biología, estudios como el de Heinrich podrían empezar a sustituir a los clásicos de la Sociología entre la bibliografía obligatoria de la disciplina.