miércoles, 1 de noviembre de 2017

El poder de las normas sociales

Siempre me ha fascinado el poder de las normas sociales sobre la conducta social de los individuos. Es una de las tesis básicas de la sociología y la psicología social: las personas están motivadas para entender qué es normativo, qué conductas son más frecuentes y valoradas, en los grupos y las comunidades a las que pertenecen. Los individuos tienen una percepción más o menos realista de en qué medida ciertos comportamientos son frecuentes y/o valorados en su sociedad. Y esta percepción subjetiva de las normas guía, en gran medida, el comportamiento, la conducta social de los individuos.  


Las normas sociales pueden ser descriptivas (lo que la gente normalmente hace) o inyuctivas (lo que la gente aprueba o desaprueba). Esta es una distinción importante, que merecería una entrada a parte. La cuestión es que, en ambos casos, los individuos configuran su percepción de las normas sociales a partir de tres vías fundamentales (ver Tankard y Paluck, 2016): la observación del comportamiento de otros individuos en el grupo (referentes sociales), la información existente sobre las actitudes y comportamientos de un grupo (“la mayoría piensa que…”) y los sistemas institucionales (ej. la ley).  





El efecto de las normas sociales y su percepción sobre la conducta social de los individuos se ha mostrado en ámbitos diversos como el ahorro de energía, los prejuicios raciales, el reciclaje o la conducta antisocial. Los individuos tienden a reproducir aquella conducta que consideran normativa en el grupo con el que se identifican. Esto nos puede llevar a consumir más o menos alcohol, donar más o menos dinero a obras benéficas o a conducir más o menos rápido en la carretera. Existen otros factores influyentes en la conducta, claro está, pero el poder inconsciente de las normas sociales resulta, en ocasiones, sorprendente.


Leyendo el artículo reciente de Maria Konnikova sobre cómo cambian las normas, sorprende descubrir el papel posible que las normas sociales tuvieron en la matanza de 800,000 Tutsis por sus vecinos Hutu en un período de 100 días en Ruanda. Konnikova cita la investigación de Levy Paluck, profesora de la Universidad de Princeton especializada en normas sociales y prejuicios, conflictos políticos e influencia de los medios. La idea principal de la investigación de Paluck, así como de otros autores, es que de los aproximadamente 200.000 Hutus que participaron en el genocidio de Ruanda, la gran mayoría no habrían sido diagnosticados como sádicos o psicópatas. Eran personas “normales”, con una aversión general hacia la violencia, pero que fueron convertidos en sádicos por un conjunto de procesos psico-sociales determinados operando en el entorno.  


Una de las formas fundamentales por las que los grupos reducen los obstáculos para la participación en la violencia, haciéndola menos aversiva y angustiosa para los individuos, es convirtiéndola en normativa. Como afirma Paluck en el artículo de Konnikova, los Hutus tenían buenas relaciones con sus vecinos Tutsi. La violencia estalló porque las normas sociales cambiaron en un instante. Las radios importantes y con más autoridad del país lograron transmitir a los Hutus que la matanza de Tutsi era normal y deseable. La participación en la violencia produjo una mayor identificación con el grupo violento y, a su vez, una mayor probabilidad de participar en un acto violento en el futuro. Un cambio en las normas sociales pudo precipitar una escalada de la violencia sin precedentes.


Toda la investigación de Paluck y otros autores parece mostrar que las creencias y actitudes de los individuos son difíciles de cambiar, y que los medios de comunicación son más efectivos comunicando normas sociales, es decir, transmitiendo cómo piensa y actúa la mayoría. Las percepciones subjetivas de los individuos sobre las normas se convierten en una realidad y en una guía para su comportamiento, incluso cuando estas percepciones son equivocadas. Las consecuencias, como en el caso del conflicto tribal, pueden ser dramáticas.

Foto: Eric Constantineau

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