miércoles, 21 de agosto de 2013

Los tres pilares de nuestra salud cerebral y lo que nos dicen sobre nuestra naturaleza social


La investigación es consistente al respecto. Parecen existir tres pilares esenciales para la salud de nuestro cerebro y nuestra función cognitiva: el ejercicio físico, una alimentación adecuada y la interacción social positiva. Se ha escrito mucho sobre el ejercicio físico. Y también sobre nutrición. Simplemente no pasar tiempo sentado parece beneficiar la salud de nuestras neuronas y nuestra mente. Lo mismo ocurre si comemos los alimentos adecuados. Pero el tercer pilar es más sorprendente. Pone al descubierto, como ningún otro hallazgo, nuestra naturaleza social.

Los estudios sobre el efecto de la interacción social positiva en la salud del cerebro son numerosos. Investigaciones recientes muestran que pasar tiempo con otras personas reduce el declive de numerosas funciones cognitivas tanto como el trabajo mental o el ejercicio físico. Interactuar con otras personas fuerza a ejercitar numerosas funciones cerebrales implicadas en nuestra inteligencia social. Porque cualquier interacción social implica leer los pensamientos y las emociones de otros individuos. Pero la conexión social no solo favorece el desarrollo cognitivo, sino que también puede beneficiar la salud mental y física de los individuos. La revisión de Julianne Holt-Lunstad estima que el aislamiento social puede ser tan perjudicial para la salud como fumar 15 cigarrillos al día o tener una adicción al alcohol. Un amigo o una amiga reduce el estrés derivado del aislamiento. Este es el principal motivo de su efecto protector. Y algunas investigaciones parecen sugerir que el efecto es todavía más positivo en las mujeres.

Nuestra necesidad de conexión social positiva responde a la naturaleza misma de nuestro cerebro y nuestra mente social. Aristóteles dijo que el ser humano es un animal social. Pero hoy sabemos muchas más cosas al respecto. Nuestro cerebro está adaptado a la vida en grupos de individuos altamente cohesionados. Así fue nuestra vida desde la aparición de los primeros nidos humanos. La hipótesis del cerebro social relaciona el tamaño del cerebro de los humanos con el tamaño de sus grupos sociales. No hay duda de que nuestro cerebro se desarrolló para hacer frente al entorno biofísico. Pero, también, a un entorno social determinado, caracterizado por una creciente complejidad social. Nuestra inteligencia es, en esencia, social. Construir oraciones o resolver ecuaciones vinieron después. Mucho después. Por eso nuestro verdadero "brain trainer" es la interacción social.

Consumir menos calorías o caminar 20 minutos es un reto relativamente sencillo. Pero la conexión social de un individuo depende de numerosos factores, algunos fuera de su control. Cultivar buenas relaciones puede ser todo un arte. Sobre todo para los más introvertidos de nosotros. La vida en las ciudades, la desaparición de la familia extensa o el declive de algunas formas de capital social parecen dificultar nuestra conexión con otros individuos. El papel de Internet en todo esto es todavía incierto. Pero estoy seguro de que bien utilizado puede ayudarnos a mejorar nuestro grado de conexión social. Diversas políticas públicas han tratado de promover el ejercicio físico y una mejor nutrición. En los colegios hemos incorporado clases de gimnasia, discutido eliminar las máquinas de bebidas azucaradas y dificultado el acceso a ciertos alimentos dañinos y facilitado el acceso a otros más beneficiosos. ¿Qué políticas públicas se pueden derivar de estos hallazgos?

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