domingo, 17 de junio de 2012

Nublados por la ideología


La ideología casi siempre nos ofusca. Recuerdo hace unos días una situación curiosa. Durante un curso, recalcaba la influencia tan negativa que tiene una desigualdad de la renta elevada para una sociedad. Argumentaba que, como muestran algunos estudios, una desigualdad alta está asociada a más homicidios, más depresiones, más problemas sanitarios, más ansiedad y un largo etcétera de problemas sociales. Que una mayor igualdad, combinada con libertad, podría mejorar el bienestar de la mayoría de los ciudadanos en muchos países. Algunos me miraban sorprendidos. Parecía haberme convertido en un socialista.

Unos días después, hablaba con un compañero sobre la necesidad de una mayor competencia y exigencia en el mundo universitario. Creía yo que la competencia, en un grado moderado y combinada con la cooperación, ayuda a los individuos a dar lo mejor de sí mismos. Me dijo este amigo que aquello le sonaba demasiado liberal. Me quedé pensativo.

Creo que, como dice la teoría argumentativa, el razonamiento nos sirve a los individuos para ganar en las discusiones, pero no para buscar la verdad, solo objeto de la ciencia. Los dos argumentos de arriba son, bajo ciertas condiciones, ciertos. Pero, si no somos totalmente indiferentes, alguno nos resulta más próximo a nuestro estilo de vida o modo de pensar. Así que, cuando escuchamos el argumento contrario en boca de alguien, tendemos a sentir y expresar cierta oposición. Nuestro cerebro busca enfrentarse a un argumento que le parece propio de otro grupo o facción. De alguna manera nos sentimos amenazados. A mí me ocurre casi siempre que discuto. Es difícil evitarlo, pero quizá conviene tenerlo presente...

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