Rescato un post interesante de Pau
Marí-Klose, sociólogo brillante, que retoma una cuestión clásica
de la Sociología: ¿Por qué, a diferencia de lo que nos dice el
sentido común, se producen más suicidios en verano que en los meses
de invierno?
En España, como en muchos otros
países, el número de suicidios se incrementa entre los meses de
mayo y julio. Todo haría esperar lo contrario. En junio hay más
luz, hace mejor tiempo, el día es más largo, etc. Todos queremos
que llegue el verano. Y sin embargo, en junio se producen un 37% más
de suicidios que en el mes de diciembre, el mes que menos se
suicidan.
Mi intuición, pues no tengo
evidencias, es que un día más largo y un mejor clima implican que
haya más tiempo para realizar actividades. Si tienes mucha actividad y un buen
círculo de amigos, esto no es ningún problema.
Puedes salir más a la calle, hacer nuevas actividades e incrementar tus interacciones
sociales. Pero para una persona deprimida (aquellos con más riesgo
de suicidio) un día más largo puede ser un tormento. El tormento se
amplifica por el fenómeno tan negativo de la comparación (todo el
mundo parece estar pasándoselo muy bien).
Sin embargo, en septiembre todo vuelve
a la normalidad. La rutina vuelve a tener sentido. El día se acorta.
Con el trabajo (los que lo tienen) y un gimnasio se completa una
jornada larga. Estar a las 8 en casa no es ningún problema, está
oscuro y todo el mundo parece estar en casa. Es más duro estar solo
en junio que no en diciembre.
Leía en un estudio que el sentir que los días se
alargan genera emociones positivas. Pero la relación entre el clima
y la felicidad no es tan simple. Ahí están Dinamarca e Islandia,
países fríos y oscuros, considerados por algunos investigadores
entre los cinco países con la tasa de felicidad global más elevada del mundo.
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