Hace unos meses, un estudio norteamericano sobre Facebook (Ugander et al., 2011), la más famosa comunidad online de la historia, rescataba uno de los problemas más apasionantes en la frontera entre la matemática y la sociología: el problema del mundo pequeño. Los datos del estudio mostraban que dos usuarios de Facebook cogidos al azar de cualquier parte del mundo estarían separados por una distancia media de 4,7 grados o relaciones (poco más de tres individuos). La distancia era todavía menor, en torno a los 3 grados, si se consideraban únicamente los usuarios de un mismo país. El hallazgo era significativo porque disminuía la tradicional distancia de 6 pasos hallada en el famoso estudio de Stanley Milgram durante los años 50, posteriormente considerada un fenómeno de carácter casi universal.
Pero veamos los detalles del fenómeno del mundo pequeño. Una distancia de un grado es la que conecta a un individuo con un amigo, un familiar, un compañero de trabajo o un conocido. Es una relación directa, no mediada, de grado 1. Una distancia de dos grados o pasos es la que conecta a un individuo con un amigo de su amigo. Tres grados de separación conectan a un individuo con el amigo del amigo del amigo. Y así sucesivamente. Pues bien, en los años 60, el psicólogo social Stanely Milgram demostró, aunque con resultados divergentes y no del todo fiables, que dos individuos norteamericanos estarían separados, de media, por 6 grados de separación. Cuando un individuo cogido al azar quería contactar con otro individuo residente en otro estado, mostró Milgram, necesitaría pasar por cinco individuos para poder alcanzarlo. Si un obrero de Arkansas quería trasladar un mensaje a un desconocido corredor de bolsa de Massachusetts, solo tendría que hablar con un amigo o conocido, que este hablara con otro, que, a su vez, hablara con otro, y así hasta cinco individuos, de modo que el quinto tendría una relación personal con el destinatario final.
Seis grados de separación entre cualquier par de individuos era un número muy reducido. El estudio parecía demostrar el fenómeno del mundo pequeño, idea que había sido planteada por primera vez en los años 20 por el escritor Karinthy, convertido en un problema de investigación en los años 50 por los investigadores Pool y Kochen y Stanley Milgram, y popularizado décadas más tardes en televisión y en la idea norteamericana, con tintes de leyenda urbana, de “seis apretones de mano hasta el presidente”.
Pero el estudio sobre Facebook ha dado una vuelta de tuerca al problema del mundo pequeño. Por primera vez, la distancia entre individuos de todo el mundo se ha podido analizar a partir de datos del mundo real procedentes de una gran cantidad de población (720 millones de usuarios). Ya no se trata de intentos de contactar a través de cartas, como en el estudio de Milgram, si no de usuarios y relaciones reales registradas en una red social virtual. Y los resultados muestran que el mundo es todavía más pequeño de lo que pensábamos. En apenas 3 pasos, un usuario francés está conectado con cualquier otro francés (si es usuario de facebook, claro). En 4.7 pasos, por ejemplo, un individuo de Sudáfrica puede conectar con el usuario más remoto de Siberia, o con un residente en San Francisco o Seul. Solo necesita algo más de tres individuos para dar con él.
Si estudiamos el fenómeno del mundo pequeño desde un punto de vista sociológico y matemático, pronto vemos que el hallazgo no es tan sorprendente. Cualquier red social (no hablo de las redes de Internet, sino de cualquier conjunto de individuos relacionados), con independencia de su tamaño o número de individuos, en la que haya relaciones fuera del grupo íntimo (amigos y familiares más cercanos) reproduce el fenómeno del mundo pequeño. Si una red social no está muy agrupada y los individuos tienen relaciones fuera de su círculo familiar e íntimo, la red tiende a reproducir el fenómeno del mundo pequeño. Veamos por qué.
El sociólogo y físico Alan Watts ha mostrado cómo las redes sociales pueden adquirir dos situaciones ideales. Un mundo social puede caracterizarse por un agrupamiento extremo. Imaginemos que los individuos de este mundo solo se relacionan con individuos con los que están unidos por un vínculo familiar o de amistad muy cercano. En este caso, la distancia entre dos individuos del Planeta cogidos al azar será muy grande. Lo más probable es que no exista posibilidad de conexión. Por ejemplo, imagine un individuo que desarrolla toda su vida en una tribu aislada. Su densidad relacional con los miembros de la tribu será muy alta, pero otros individuos que habitaran en una tribu aislada a unos miles de kilómetros de distancia le serían inaccesibles.
En el otro extremo, un mundo social en el que todos sus individuos establezcan relaciones aleatorias, fuera del grupo íntimo, tendrá una distancia muy reducida entre individuos. Si los individuos tienen muchas relaciones y se vinculan de modo aleatorio a otros individuos, la distancia media entre individuos en la red se minimiza. Imagine un individuo que posee 50 contactos (amigos, familiares, compañeros y conocidos). Si sus contactos tienen, a su vez, 50 contactos de media, en dos pasos el individuo podría contactar con 2500 individuos (50x50). En tres pasos llegaría a 125.000 individuos. En 4 pasos, a 6.250.000 individuos. Y en 5, a 312.500.000 individuos, aproximadamente la población de toda Europa. Si estos contactos se establecieran de modo aleatorio (como cuando usted entabla una relación con alguien en el autobús), un individuo podría alcanzar en pocos pasos a cualquier individuo del planeta, porque su información no quedaría agotada en su grupo íntimo, como pasa en un mundo muy agrupado. Un rumor transmitido en una red así no tardaría en convertirse en un rumor global.
Pero, ¿por qué la comunidad online de Facebook muestra una distancia tan reducida entre individuos? En primer lugar, ocurre que Facebook es una red especial. No todo el mundo está en Facebook. Un anciano de un poblado del norte de India es probable que no forme parte de Facebook. Por este motivo, la distancia esperable en Facebook es menor a la esperable para todos los habitantes del planeta. Pero la distancia real entre individuos fuera de Facebook no debería ser mucho mayor. El anciano del ejemplo podría tener un nieto trabajando en Bangalore que está conectado a 100 individuos en Facebook. Esto le conectaría, en un paso más, a toda la red de Facebook.
Por otro lado, puede ocurrir que Facebook favorezca la conexión y, por tanto, esté reduciendo la distancia entre los individuos en el mundo. Es lo que gusta pensar a los promotores de Facebook. La idea es que Facebook nos ayudaría a estar más conectados. En realidad, los usuarios de Facebook tienen un gran número de contactos superficiales. La mayoría de usuarios tiene contactos (amigos, en la terminología de Facebook) con los que hace meses o años que no mantiene una conversación. Pero aún así, Facebook podría contribuir a generar o mantener ciertos contactos que antes no se producirían. Si uno buscara piso en Berlín, es probable que contactara con aquel “amigo” de Facebook que agregó hace cuatro años en un curso de verano.
Intuyo que la interpretación más acertada del hallazgo sobre el mundo pequeño en Facebook es que el mundo está cada vez más conectado. En parte, gracias a las tecnologías de la información, de las que Facebook es un resultado sorprendente. Pero, también, y sobre todo, a que el mundo es cada vez más urbano y diverso, por lo que es más probable que estemos conectados a más personas de modo aleatorio, fuera de nuestro círculo íntimo. Vivimos en ciudades más grandes, vamos a universidades de miles de alumnos, trabajamos en organizaciones con, a veces, cientos de trabajadores reclutados de entornos diversos. Viajamos más y conocemos a gentes de otros países, de ámbitos sociales distintos al nuestro. En definitiva, ahora más que nunca nos relacionamos de modo real y virtual con gente fuera de nuestro círculo familiar y de amigos. La homofilia (la tendencia a relacionarnos con los similares) persiste, pues está en la naturaleza del individuo y de la sociedad, pero el mundo ha cambiado y es, cada vez, más pequeño. Esto puede tener grandes repercusiones sobre la vida social y política del Planeta. Creo que muchas de ellas positivas.
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