sábado, 19 de marzo de 2011

La tentación del nosotros

Me explicó un compañero el experimento. Aquello era interesante, incluso sorprendente, inquietante. Desconozco por qué no había oído hablar de él antes, pues desde su publicación tuvo una gran repercusión en la investigación social. Resulta que un par de investigadores, Muzayer y Sherif, interesados por el proceso por el que los individuos adquieren una identidad social determinada, decidieron llevar a cabo en 1954 un experimento muy ingenioso.

Aprovechando unas vacaciones escolares, el equipo condujo a un grupo de escolares a un parque estatal en el estado de Oklahoma, concretamente a una zona conocida como Robert Crave, de dónde el estudio tomaría el nombre posteriormente. Una vez allí dividieron a los alumnos en dos grupos. Les dieron un nombre a cada grupo, los Serpientes y los Águilas, una banderita distinta y una camiseta de un color diferente. Pues bien, el asunto es que la hostilidad entre los grupos creció hasta niveles inquietantes pasadas unas horas. Los grupos, creados artificialmente, desarrollaron una identidad grupal muy fuerte así como prejuicios sobre el otro grupo. Una gran energía mental se había dedicado a buscar las diferencias con el otro grupo, más que las similitudes. Y todo por unas camisetas de colores...

Así que los Serpientes y los Águilas, antes compañeros de excursión y por lo demás unos chicos simpáticos y saludables, podían haber acabado matándose con la excusa de alguna prueba planteada por los investigadores (una gimcana, un partido de fútbol...). Los de un grupo sentían verdadero odio por los del otro grupo. ¡Y solo llevaban unos días como miembros del grupo! Me entró una gran inquietud al leer esto. En alguna medida lo sospechaba, pero ¿tan vulnerables somos a la identidad grupal?

Entonces seguí leyendo. Parece que la historia no acabó tan mal. Los investigadores, preocupados ante la situación, decidieron intervenir. Así que decidieron proponer tareas que implicaran la cooperación entre los grupos, que fomentaran la colaboración y comunicación, que les obligara a perseguir una meta común (por ejemplo, un problema de escasez de agua). Y, de la misma manera que el conflicto estalló al principio, disminuyó hasta casi reducirse y los grupos pudieron convivir durante el resto de excursión. Leo en la Wikipedia que incluso decidieron volver a casa en el mismo autobús. Entrañable...

Creo que todos podemos ser víctimas de estas tendencias negativas. Rick Hanson y Richard Mendius (El cerebro de Buda) nos advierten de los procesos mentales automáticos que hacen que nos identifiquemos con un grupo particular. Para contrarrestar esta tendencia proponen, entre otras cosas, agrandar la categoría de nosotros, centrarse por un momento en las similitudes entre nosotros y ellos, y no en las diferencias, pensar cosas buenas sobre las personas de otros grupos. A veces es tan sencillo como pensar en aquellas personas que te resultan antipáticas por su pertenencia a determinado grupo como miembros también de otros grupos con los que te sientes identificado. Agrandar la categoría de nosotros. Pensar en el otro más como un individuo que como un representante de un grupo.

1 comentario:

  1. es un asunto central en la vida de todos. Si eras enemigo de la dictadura de Franco te podías considerar de izquierdas: corrías ciertos peligros, pedecías maltratos y falta de oportunidades, pero por otro lado había gente que te apoyaba y te trataba bien. Otros consideraban un dictador a Fidel Castro y perdía todo el respeto de la izquierda, pero era acogido con simpatía por los franquistas. Si alguien sostenía que ambos regímenes eran dictaduras ¡recibía leña por todas partes! Franco y (casi) Castro están extintos, pero el tratamiento de cualquier asunto contemporáneo sigue siendo exactamente el mismo... y lo que te rondaré, morena. Y así lo que pasa por ser una discusión argumentada no es más que una alineación en un grupo, mejor o peor disfrazada.

    Atinado y conciso, cmmo es tu costumbre, Christian, muchas gracias.

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