sábado, 18 de junio de 2016

Izquierdas y derechas


En periodos electorales como el que vivimos, preguntarnos por el origen de las actitudes políticas tiene gran interés. Es cierto que el voto, las actitudes políticas o la afiliación a un partido político son cosas distintas, que merecen análisis diferenciados. Pero todas ellas forman parte de un conjunto más amplio relacionado con la vida política de una comunidad o sociedad.

Si le pregunto de qué dependen las actitudes políticas de las personas, es decir, por qué unas personas son de izquierdas y otras de derechas, es posible que recurra a alguna explicación simplista y maniquea. En primer lugar, quizá piense que una persona de derechas defiende ciertos intereses de clase; o que una persona de izquierdas está motivado por la envidia igualitaria. En segundo lugar, motivado por su sociobiología inconsciente, quizá sienta que uno de los polos (izquierda o derecha) representa la postura buena -moral y empíricamente-, mientras que el otro polo representa la postura mala, equivocada. 

La cuestión es que cuando observamos las actitudes políticas como una variable bio-neuro-psico-social más (con sus peculiaridades, claro), como el peso, la extroversión o el neuroticismo, nuestra tendencia al ahorro o nuestra confianza social, obtenemos una visión más sensata de su variación, así como de por qué somos de izquierdas, centristas o de derechas o de por qué unas sociedades poseen dinámicas políticas de un tipo o de otro.

Una forma adecuada de pensar en las actitudes políticas es, como menciona la investigadora Gail Saltz, como una distribución normal; aproximada, claro. Pensemos en una escala de 0 a 10. En el valor 0 tenemos una actitud de extrema izquierda y en el valor 10 una actitud de extrema derecha (es cierto que quizá sería más preciso hablar de dos escalas, social y económica, pero tomemos una única escala para simplificar). Bien, la mayoría de las personas se sitúan en una posición de 4, 5 y 6. Una proporción menor se sitúa en los valores 3 y 7. Una proporción todavía menor se sitúa en los valores 2 y 8, todavía menor en 1 y 9 y menor en 0 y 10. ¿No se parece esto mucho al peso? A los que poseen un valor 5 les llamamos centristas. A los 0-4, de izquierdas y a los 6-10 de derechas. En este ejemplo, la media de esa población imaginaria estaría en 5. Pero unas sociedades tendrán la media en 6.5, otras en 4.3, etc.


Pero, qué lleva a un individuo a situarse en un punto u otro de la escala. Y qué lleva a unas sociedades a producir una media agregada en un punto u otro. ¿De verdad es tan solo la defensa de unos intereses particulares o una visión equivocada de la realidad? ¿Es tan solo el efecto de los partidos políticos? El vídeo de la investigadora Gail Saltz es una muy buena introducción a la neurociencia y la psicología de las actitudes políticas. La idea esencial es que liberales y conservadores, personas de izquierdas y de derechas, poseen estructuras cerebrales significativamente diferentes. El procesamiento de la información nueva y su impacto en la toma de decisiones, así como el tamaño de la amígdala difieren, en términos medios, entre personas en ambos lados del espectro actitudinal izquierda-derecha, de modo que es posible predecir con gran exactitud la actitud política de una persona observando su cerebro. Parece que los moderados poseen características de ambos lados. Interesante.

Por supuesto, el funcionamiento del cerebro y la personalidad no son los únicos factores influyentes en las actitudes políticas. Como menciona Gail Saltz, la ideología política de los padres es otro predictor importante. La sociología electoral, la economía y la ciencia política han identificado numerosos factores influyentes. Pero también la genética de la conducta: estudios ya clásicos como el de Alford y colaboradores parecen mostrar que entre el 40 y el 60 por ciento de la variación en nuestras actitudes políticas proviene de diferencias genéticas.

La cuestión es que nuestra visión cotidiana sobre las actitudes políticas tiende a ser equivocada y perniciosa, por simplista y tribal. La sociología y la economía tampoco han contribuido mucho a mejorar esta visión, al ignorar e incluso rechazar las influencias neurobiológicas en la actitud política.

En una democracia sensata, donde las personas y los partidos políticos exploran políticas diversas, y minimizan la confrontación tribal y el chamanismo, deberíamos reconocer la diversidad en la actitud política, e intentar que todas las opciones legítimas permitan equilibrar y mejorar la toma de decisiones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario