domingo, 17 de junio de 2012

Nublados por la ideología


La ideología casi siempre nos ofusca. Recuerdo hace unos días una situación curiosa. Durante un curso, recalcaba la influencia tan negativa que tiene una desigualdad de la renta elevada para una sociedad. Argumentaba que, como muestran algunos estudios, una desigualdad alta está asociada a más homicidios, más depresiones, más problemas sanitarios, más ansiedad y un largo etcétera de problemas sociales. Que una mayor igualdad, combinada con libertad, podría mejorar el bienestar de la mayoría de los ciudadanos en muchos países. Algunos me miraban sorprendidos. Parecía haberme convertido en un socialista.

Unos días después, hablaba con un compañero sobre la necesidad de una mayor competencia y exigencia en el mundo universitario. Creía yo que la competencia, en un grado moderado y combinada con la cooperación, ayuda a los individuos a dar lo mejor de sí mismos. Me dijo este amigo que aquello le sonaba demasiado liberal. Me quedé pensativo.

Creo que, como dice la teoría argumentativa, el razonamiento nos sirve a los individuos para ganar en las discusiones, pero no para buscar la verdad, solo objeto de la ciencia. Los dos argumentos de arriba son, bajo ciertas condiciones, ciertos. Pero, si no somos totalmente indiferentes, alguno nos resulta más próximo a nuestro estilo de vida o modo de pensar. Así que, cuando escuchamos el argumento contrario en boca de alguien, tendemos a sentir y expresar cierta oposición. Nuestro cerebro busca enfrentarse a un argumento que le parece propio de otro grupo o facción. De alguna manera nos sentimos amenazados. A mí me ocurre casi siempre que discuto. Es difícil evitarlo, pero quizá conviene tenerlo presente...

Infelices durante el verano


Rescato un post interesante de Pau Marí-Klose, sociólogo brillante, que retoma una cuestión clásica de la Sociología: ¿Por qué, a diferencia de lo que nos dice el sentido común, se producen más suicidios en verano que en los meses de invierno?

En España, como en muchos otros países, el número de suicidios se incrementa entre los meses de mayo y julio. Todo haría esperar lo contrario. En junio hay más luz, hace mejor tiempo, el día es más largo, etc. Todos queremos que llegue el verano. Y sin embargo, en junio se producen un 37% más de suicidios que en el mes de diciembre, el mes que menos se suicidan.

Mi intuición, pues no tengo evidencias, es que un día más largo y un mejor clima implican que haya más tiempo para realizar actividades. Si tienes mucha actividad y un buen círculo de amigos, esto no es ningún problema. Puedes salir más a la calle, hacer nuevas actividades e incrementar tus interacciones sociales. Pero para una persona deprimida (aquellos con más riesgo de suicidio) un día más largo puede ser un tormento. El tormento se amplifica por el fenómeno tan negativo de la comparación (todo el mundo parece estar pasándoselo muy bien).

Sin embargo, en septiembre todo vuelve a la normalidad. La rutina vuelve a tener sentido. El día se acorta. Con el trabajo (los que lo tienen) y un gimnasio se completa una jornada larga. Estar a las 8 en casa no es ningún problema, está oscuro y todo el mundo parece estar en casa. Es más duro estar solo en junio que no en diciembre.

Leía en un estudio que el sentir que los días se alargan genera emociones positivas. Pero la relación entre el clima y la felicidad no es tan simple. Ahí están Dinamarca e Islandia, países fríos y oscuros, considerados por algunos investigadores entre los cinco países con la tasa de felicidad global más elevada del mundo.